El miércoles 10 de octubre de 2012 a las 13 hs tuvo lugar la décimo
tercer sesión de la Comisión Especial de Violentología en las salas 7 y 8 del
anexo de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. A la
reunión asistieron el diputado Franco Caviglia, Marta Marelli, Celina
Bustamante, Patricia Paggi y Paola Ventura en representación de los diputados
Abel Buil, Alejandra Martínez, Viviana Nocito y Ramiro Gutiérrez, respectivamente.
También concurrieron Gerardo García, Leonardo Villafranca y Gustavo Sosa,
asesores del Diputado Caviglia. En calidad de relatora participó Paola
Rodríguez.
En esta oportunidad
la Comisión contó con la participación de la Dra. María Inés Bringiotti quien es Licenciada en Sociología y
Doctora en Filosofía y Letras de la UBA. Es
Directora del Programa de Investigación en Infancia Maltratada -
Facultad de Filosofía y Letras – UBA y miembro de la Asociación Argentina de
Prevención del Maltrato Infantojuvenil ASAPMI. Es docente de carrera de la
Universidad de Buenos Aires y ha sido profesora en diversas universidades
nacionales y del extranjero, contando con un curriculum de larga y excelente trayectoria.
Una vez hecha la
presentación formal por parte del presidente de la Comisión, el Dr. Franco
Caviglia, se dio inicio a la charla de la Dra. Bringiotti titulada: La
violencia familiar y escolar. A continuación se reconstruyen los planteamientos
generales con apoyo en algunos textos previos de la invitada.
Cuando uno habla de
violencia advierte que hay todo un trayecto teórico que ha recorrido el tema
históricamente. Si uno analiza los inicios de la civilización ve que este tema
existía desde la antigüedad, y que sin embargo el tema de los derechos de los niños
y la pediatría aparecen tardíamente. Lo primero que uno debería analizar
entonces, es cuáles son los cambios que se suceden en la configuración de la
familia y cómo aparece el concepto de vida privada, para después ver como
emerge el tema del maltrato infantil.
Los trabajos que
han visibilizado estos cambios datan de la década del 80 cuando empieza a
observarse qué es lo que ocurre en la familia puertas adentro.[1]
Lo que se encuentra es que, hasta este momento, el niño no es visibilizado en
cuanto tal, sino que es visto como un adulto en miniatura, esto es, no se
reconoce su singularidad. Paralelamente, hay toda una serie de transformaciones
en las formas familiares que hacen necesario que nos preguntemos hoy ¿de qué
hablamos cuando decimos familia? En efecto, lo que se conoce como familia tipo
(mamá, papá e hijos) es hoy solo uno más de los tipos de familia existentes.
Desde la década del 90 han venido en aumento las familias monoparentales, en un
contexto que prosiguió la crisis económica del país. Adicionalmente, hay nuevas
formas y roles de género y así podría seguir citando un sinnúmero de
transformaciones[2].
Con todo y ellas hoy seguimos hablando de familia, ¿por qué? Porque estimamos
que, sin importar su composición, sigue cumpliendo las mismas funciones de
protección y cuidado del niño. De esta manera, el concepto actual de familia
nos remite al grupo de personas que están a cargo de los niños y satisfacen sus
necesidades. Esto nos lleva a preguntarnos, por ejemplo, si realmente es
familia, una familia tipo en la que el padre es un abusador. Se trataría de un
padre biológico que no cumple las
funciones de protección. En este sentido
entra en debate la idea de si es siempre deseable revincular a un hijo con su
padre abusador con el fin de mantener la unidad familiar, o si no es mejor garantizar la rehabilitación
del padre y buscar la protección del menor.
Vistos estos
cambios en las formas familiares, nuestro enfoque de la violencia familiar es
lo que llamamos un enfoque integrativo. Esto quiere decir que no hace
divisiones entre tipos de violencias
para verlas aisladamente sino que por el contrario hace una mirada
articulada del conjunto de las violencias. Así, interconecta la violencia
individual con la familiar y estas con la violencia institucional y social. “Hablar
de la "violencia" en la escuela como un problema puntual resulta
reduccionista ya que dicha violencia implica múltiples violencias que se
superponen aumentando su efecto sobre los niños. Sería más adecuado hablar de
un interjuego de la violencia social, violencia institucional y violencia
intrafamiliar, que ofrece una multiplicidad de situaciones de las que los niños
participan directa o indirectamente y que acarrean sus consecuencias sobre
ellos” (Bringiotti Krynveniuk y Lassi,
2004).
Partiendo de un
enfoque integrativo, consideramos que las escuelas deben contar con un método
pedagógico que les permita ver qué pasa con cada chico inmerso en una situación
de violencia, qué ocurre en su casa, con sus padres, en su entorno, y a partir
de allí evaluar los efectos en el rendimiento académico. Hay que ver cuál es la
historia de cada sujeto para ver por qué
ocupa la posición de víctima o victimario. Paralelamente, hay que ver qué papel
tienen las instituciones y el contexto socio- cultural. Si una sociedad avala
la violencia es probable que los sujetos que participan de ella sean también
violentos. Hay además factores estructurales como las crisis económicas que
sacuden todos los cimientos sociales y hacen que los factores de riesgo de incurrir
en prácticas violentas aumenten. Esto no quiere decir que las crisis económicas
sean causas de la violencia, sino que ponen a las familias en situaciones de
mayor vulnerabilidad. La falta de trabajo, por ejemplo, no es en si misma una
causa de la violencia, pero puede ser la gota que rebase el vaso en una
situación subjetiva de crisis que sumada a otros factores familiares y sociales
redunde en el desarrollo de una conducta violenta.
Como contaba hace
unos minutos, es en la década del 80 cuando empieza a tratarse el tema de la
violencia familiar y se abren los primeros servicios de atención a víctimas. En
aquel entonces había formas de violencia que no se visibilizaban y que han
venido apareciendo e incluyéndose dentro de las tipificaciones de violencia
familiar. Por ejemplo, una de las más recientes es la violencia de tipo verbal
y psicológico ejercida contra los
hombres. La tipificación actual incluye las siguientes formas de violencia:
-
Hacia la mujer
-
Hacia el hombre
-
Cruzada en la pareja, instalada
como modo relacional
-
Hacia los niños
-
Hacia los ancianos
-
De hijos hacia padres y madres
-
En el noviazgo
-
Niños testigos de violencia
En los casos de
violencia hacia la mujer tanto en el ámbito familiar como en los noviazgos subyacen
la norma del control o posesión sobre el cuerpo femenino y la norma de la
superioridad masculina”, tal como lo ha señalado Rita Segato. Hoy los móviles de
la violencia contra las mujeres se inscriben en la infracción femenina a estas
dos leyes del patriarcado. Y estas son normas que no están solamente en la
mentalidad de los varones, sino también en las de muchas mujeres que asocian el
amor al control, o la violencia a una pasión arrolladora. Aunque nos parezca
increíble muchas jóvenes y adolescentes identifican el amor con la celotipia y
la violencia.
Por su parte, el
maltrato infantil es una problemática que está siendo visibilizada hace
relativamente poco tiempo. El sociólogo norteamericano David Finkelhor (2008)
ha sido uno de los precursores de los estudios sobre abuso infantil desde la
década del 70, incluyendo además del abuso sexual otras modalidades de maltrato
infantil como el secuestro y el robo de identidad (este ultimo en relación con
el caso argentino). Dentro de las categorías incluidas en la definición del
maltrato infantojuvenil, nos encontramos con cuatro formas básicas: maltrato
físico, abandono físico, maltrato emocional, abandono emocional y abuso sexual.
Sn embargo, hay otras modalidades como la negligencia y el abandono físico que
han empezado a ocupar un lugar importante.
Como se señala en
Bringitotti (2005),
«
[l]a concepción de negligencia surgió de los países americanos y anglosajones
donde la existencia de programas de ayuda y sobre todo de servicios de
protección a la infancia hacía más “fácil” determinar cuando una familia era
negligente ya que contaba con los recursos del sistema para atender
adecuadamente a los niñ@s.
En
Latinoamérica y países del mundo “no desarrollado”, la pobreza está instalada
cotidianamente, y los servicios de protección a la infancia no existen…en esos
casos es fundamental diferenciar si la familia es realmente abandonadora física
ó podría ser víctima de una situación de extrema crisis socioeconómica. Vemos a
diario situaciones dónde la familia agotó todos los recursos disponibles para
lograr lo necesario y no hay respuestas por parte de las políticas públicas y/o
sociales, y entonces... ¿podemos en estos casos considerar a esa familia como
directamente responsable de la situación de carencia de los hijos?. En
Argentina se dice frecuentemente que no hay que judicializar la pobreza, y si bien
en sus inicios el propósito era no culpabilizar a la familia y reclamar el rol
que le corresponde al estado, con el tiempo se ha desvirtuado y no se
judicializa ningún caso por el temor de castigar a una familia por ser pobre.
En realidad se ha avanzado en los últimos años en el conocimiento y abordaje de
los casos de malos tratos y se cuentan con elementos para diferenciar una
familia de otra. En muchos profesionales vemos que “la familia” aparece como
sacralizada y sobrevalorada y los niños quedan en ella y en situación de
riesgo.
Acá
es donde las aclaraciones presentadas en la primera parte tienen su razón de
ser, si el abordaje de las familias requiere de un análisis de su
funcionamiento, los modelos integrativos permiten evaluar cuidadosamente cada
caso. No todas las familias carenciadas, tienen a sus hijos carenciados, porque
hay casos en los que pueden buscar recursos de lugares insospechados para otras
familias en la misma situación. Es probable que la historia de esos padres, los
modelos de cuidado y crianza, las redes de apoyo les permitieron encontrar
otras salidas. La sola presencia de la crisis no es la determinante ya que en
ellas los aspectos “más” psicológicos, personales, de su historia explican sus
recursos alternativos. Pero también hay familias que a pesar de intentarlo, han
tenido una historia de carencias no resueltas, de padres ineficaces en los
cuidados de sus hijos ó un conjunto de situaciones difíciles en las cuales el
impacto de la crisis los afecta como a todos, pero los desorganiza y
desestructura, y no por ello se los puede considerar como directamente
responsable. La línea divisoria estaría marcada por aquellos casos en los que
contando con los recursos ó con posibilidades de lograrlo no se satisfacen las
necesidades básicas de los niñ@s, en estos casos se ha podido observar que la
mera ayuda económica ó la provisión de recursos no mejora la situación de los
niñ@s ya que se carecen de las mínimas estructuras de organización psíquica y
práctica. Cuando la familia no es realmente negligente sino víctima de la
crisis económica, la ayuda es bien recibida y utilizada, porque se sabe cómo
hacerlo y está presente la intención y la posibilidad de proveer de lo
necesario a sus hijos. El análisis de cada caso, articulando lo macro y lo interno
permitirá hacer un buen diagnóstico que oriente las acciones a seguir. La
variedad de situaciones lo hacen imprescindible – se puede ser pobre y no
negligente; se puede ser rico y negligente – sin negar el impacto del contexto
que rodea a la familia.
El
otro tema que hemos planteado se refiere al abuso sexual intrafamiliar. En
estos casos, cuando existe una sospecha se debe investigar y cuando existe
evidencia actuar. Muchas veces las concepciones arraigadas acerca de la
“sagrada” familia¨ llevan a la paralización ó a negar evidencias que están a la
vista, ya que la ocurrencia del abuso por parte del que debía cuidar al niñ@
excede nuestra posibilidad de comprensión y aceptación. El niño puede ser
víctima y debe ser escuchado, sin embargo aún en casos de fuerte convicción de
que el abuso ocurrió, se dice “de todas maneras es el padre (o quien sea de la
familia)”, “dónde va a estar mejor que con la familia”, “él se arrepintió, dice
que no lo va a hacer”… Las excusas pueden ser variadas pero el niño queda
entrampado en esa situación. Y si trabajamos con familias y reflexionamos sobre
la “familia”, podemos seguir llamándola familia cuando ocurre un abuso ó en
todo caso la disfuncionalidad es tan grave que el niño corre serio riesgo
físico y psíquico. Sin embargo la temática del abuso sexual infantil genera
tantos rechazos y temores, que es mejor no ver, negar que ocurre, o tomar la
defensa de la familia ó el adulto, diciendo que el niñ@ lo provocó o lo buscó,
que parecía más grande de lo que era… Y se olvida cual es la función primaria
de la familia: proteger al niñ@, cuidarlo, facilitar su sano crecimiento y
desarrollo. Los argumentos del tipo “pasó porque lo quería mucho”, “es una
forma de demostrar amor”; “en esta cultura los padres inician a las hijas”… desvirtúan
lo que es una familia y el ejercicio de su función. Este límite puesto al abuso
sexual intrafamiliar, muestra que no toda concepción o valoración o
representación que la familia haga de sí misma, de lo que le está permitido, de
su poder sobre sus hijos, debe ser respetada y aceptada” (Lamberti, 2003). »
Otras formas de
maltrato que vemos surgir son por ejemplo, la “oreja en coliflor” y quemaduras
por microondas en bebés. Esto para señalar que los inventarios de violencia
intrafamiliar permanecen abiertos a incluir cada vez más nuevas modalidades.
Los estudios sobre
violencia intrafamiliar y maltrato infantil han transitado por diversos modelos
etológicos. El concepto de maltrato infantil fue ideado en 1962 por Kempe y
Silverman quienes crearon la expresión “síndrome del niño golpeado” tras la
observación de casos forenses en los cuales solía asignarse la categoría de
muerte dudosa. Se trataba de un contexto en el que no se hablaba de maltrato
infantil. La primera generación de estudios etiológicos tiene lugar en la
década del setenta y es de tipo unicausal. En los ochenta surge una segunda
generación denominada ecológica o integrativa con los estudios de Belsky (1980)
y Ciccetti- Rizley (1983). Por último, a partir de los años 90 se abre una
tercera generación, en la que se incluyen la teoría del procesamiento de la
información social de Milner (1995) y
la Teoría del Estrés y del Afrontamiento
de Hilson y Kuiper (1994).[3]
Con los modelos de
la tercera generación pasamos de hablar de causas de la violencia a factores de
riesgo. Hablamos también de factores de compensación, entendiendo que no solo
existen puntos vulnerables sino también fortalezas al interior de un grupo
familiar que pueden coadyuvar en la prevención de una situación de violencia.
El análisis debe hacerse caso a caso viendo lo pros y contras de cada familia.
Con esto se desvanece la idea de que hay un protocolo universal de aplicación
para todos los casos de violencia intrafamiliar. Lo que resulta interesante ver
es por qué y cómo actúan los factores de riesgo y compensación. Y para esto es
necesario ver cómo el agente violento tiene incorporado en sus cogniciones todo
lo que tiene que ver con violencia. Así por ejemplo, en el caso de los hombres
maltratadores, vale la pena detenerse a analizar las frases estereotipadas que
usan en contra de las mujeres y que hacen parte de sus sistemas de creencias.
La psicología cognitiva es una herramienta indispensable en la tarea de
analizar estas nociones y transformar su contenido para que el sujeto desista
de asumir conductas violentas. El reemplazo de estas ideas por otras es un
proceso de largo plazo y que requiere mucho trabajo.
Basándonos en los
contenidos teóricos anteriores, iniciamos un trabajo de campo en escuelas en el
año 2001. Hicimos un trabajo de relevamiento de información en 8 de los 21 distritos
escolares de la CABA, en una muestra de 60 escuelas: 27 de nivel inicial y 33 de nivel primario, que
corresponden al 10% del total de escuelas de la ciudad (600), es decir, una muestra muy significativa. Encontramos que las cifras de maltrato
infantil pueden rondar por los 4000 casos, teniendo en cuenta el subregistro. En el 66%
de los casos hay seguridad de que el maltrato se ha producido, mientras que en
el 33% se sospecha la existencia de maltrato. Un 36% de los casos de violencia
en la escuela corresponde a bullying
o violencia entre pares en escuelas primarias. Registramos más de 500 casos de
violencia en niños, 70 de ellos correspondían a violencia entre grupos y 50 a
violencia institucional. Sobre el impacto del maltrato, se encontró que los
niños sufren más de una forma de maltrato, en promedio 1, 6 tipos de maltrato
por niño, en el nivel inicial 1, 4 y en la primaria 1, 8. Un 25% de los chicos
maltratados son repitentes en la escuela, esto es, el doble que los chicos que
no sufren maltrato. Solo el 55% de los chicos recibe algún tipo de atención.[4]
Una década después
se hizo un nuevo relevamiento, esta vez con una muestra más pequeña y las
variaciones fueron muy pocas. Incluimos en esta oportunidad escuelas especiales
para observar casos de abuso de la escolaridad y encontramos que por cada chico
de escuela normal maltratrado hay 4, 8 chicos con capacidad especial que sufren
la misma situación. En este último caso el 70% de los abusos son cometidos por
parte de la familia o por allegados, mientras que por parte de extraños la
cifra llega al 30%. Cierro con estas cifras para que podamos intercambiar
algunas impresiones y preguntas
Comentarios y preguntas
Paola Rodriguez: María
Inés, te queremos agradecer en primer lugar por aceptar nuestra invitación. A
lo largo de las sesiones de la Comisión, una idea que se ha planteado
constantemente es la importancia que tiene la educación en la morigeración de
la violencia. Hoy, tras tu exposición, vemos que los lugares de nuestra
redención se han convertido en locus de violencias diversas y en niveles cada
vez más alarmante. Estamos ante una especie de paradoja. Pero vos por otro
lado, nos hablaste de desaprender las violencias y del papel de la psicología
cognitiva en esta especie de re- educación del sujeto violento. ¿Podrías darnos
algunas coordenadas concretas de cómo se puede producir este des-aprendizaje?
María Inés
Bringiotti: La psicología cognitiva surge advirtiendo que los abordajes
individualizados de la conducta violenta como el psicoanálisis no funcionaban,
y que era necesario transitar hacia un abordaje en el que no se trabaje a toda
la familia con el violento adentro, sino que se escudriñe en la manera en que
éste representa sus modelos mentales y la realidad, esto es, la manera en que
surgen las categorías que ordenan su manera de ver el mundo. Esta postura se
nutre con los avances de la neurobiología que muestran cómo todos nosotros
vamos construyendo nuestras cogniciones desde que nacemos. Nuestras
valoraciones más profundas se van incorporando a nuestra psique desde la
infancia, alimentándose de aquello que nos enseñan nuestros padres y entorno.
Por ello es fundamental cuando se trata con sujetos violentos observar de qué
manera incorporó modelos violentos de relación como formas positivas y normales
de manejarse con los otros. Nosotros por ejemplo, empezamos un trabajo con
padres con hijos difíciles en Avellaneda y empezamos a preguntarlos sobre al crianza
de sus hijos, los castigos y la violencia y recibíamos respuestas como que el
maltrato físico dentro de ciertos limites hace parte de la educación de los
hijos, o que por el contrario, que no sabían como poner límites a sus hijos, en
fin, ellos mismos no sabían qué estaba bien o que estaba mal en relación con la
crianza de sus niños. Lo que hicimos entonces fue empezar a mostrarles que
existen sanciones de otro tipo (no violentas), como privar a los chicos de algo que les guste mucho,
previo acuerdo y aviso acerca del castigo. Que la sanción impuesta al niño debe
poder cumplirse, porque si no se pierde la credibilidad y la autoridad ante el
niño. Era interesante ver cómo unos padres daban ideas a los otros y esa
experiencia conjunta los potenciaba. Pediamos también que vieran las cosas
positivas de sus niños y que las pusieran en la balanza. Este tipo de trabajos
no puede ser inferior a un año y requiere la evaluación de cada grupo de padres
y de cada familia en particular. Decidimos hacer un trabajo semanal con padres
e hijos por separado sumado a visitas domiciliarias.
Otra experiencia la
tuvimos con grupos de hombres violentos a quienes pedíamos que explicitasen en
fichas, cartones o películas valores alternativos a aquellos que sustenta la
violencia contra la mujer. La idea era hacerles ver sus posturas previas eran
prejuicios adquiridos y en ningún caso naturalizaciones o reflejos de la
realidad. Sobre esto tengo que decir que es más fácil recuperar al padre
violento que al hombre/pareja violento porque la figura del niño les permite
hacer un click y cambiar.
La idea de que
puede cambiarse la conducta y que esto tiene efectos no solo psicológicos sino
fisiológicos ha sido ya demostrada por la neurobiología. Se ha comprobado que
los chicos con carencias alimenticias y que son victimas de maltrato y abuso
tienen zonas cerebrales afectadas. Por suerte este daño es reversible y es
posible observar la corrección de estos daños en mapeos cerebrales de niños
atendidos.
Paola Rodriguez: Con respecto al bullying, ¿qué tanta
carga tienen ciertas formas de
socialización entre niños y jóvenes marcadas por jerarquías basadas en la
violencia y el maltrato del más débil? ¿Hasta que punto han venido instalándose
como formas cotidianas de relacionamiento aceptadas e incluso promovidas en
estos grupos?
Maria Inés
Bringiotti: Hay una especie de círculo vicioso. Los medios de comunicación
exacerban el consumismo, la inmediatez, el individualismo y la sexualidad
irresponsable. No promueven la solidaridad. Y en aquellos sujetos con
predisposición esta estimulación mediática produce excitación. Por otra parte,
me parece que hay una violencia no visible en las escuelas y es la propia
violencia institucional, de las directivas a los maestros, entre los maestros,
etc y reflejo de ella es que es muy difícil armar un programa en cada escuela
donde toda la comunidad académica se comprometa, donde estén padres, docentes,
directivas y alumnos. Por lo general lo que desean es que hagamos una charla
que a la larga no tiene ningún tipo de efecto, y como vimos un programa de
intervención completo requiere tiempo, solo puede dar resultados en el largo
plazo.
Franco Caviglia:
Hemos querido empezar a pensar el tema de la violencia de otro modo entendiendo
que las disciplinas solidifican el conocimiento. Tu abordaje es integral,
convergen en él las diferentes disciplinas, pero no con un efecto aritmético
sino con uno sinérgico. Nos has ayudado a reflexionar a pensar y a continuar en
la línea de estudios de la violencia como un campo autónomo. Te agradecemos
mucho tu participación.
Referencias Bibliográficas
María Inés
Bringiotti, Marta Krynveniuk y Silvia Lassi (2004). Las múltiples violencias de
la “violencia” en la escuela. Desarrollo de un enfoque teórico y metodológico
integrativo. Revista Paideia – Cadernos
de Psicologias e Educaçao, Volumne 14 – Nro 20 – set. – dic. 2004.
Faculdade de Filosofia, Ciencias e Letras – Riberao Preto – Univerdidade Sao
Paulo Brasil - ISSN 0103 - 863X. Disponible en:
María Inés
Bringiotti (2005). “Las familias en “situación de riesgo” en los casos de
violencia familiar y maltrato infantil”. Publicado en Texto & Contexto en Enfermagem, Número Especial Familias en
Situaçao de Risco Volumen 14 – 2005 – Universidade Federal de Santa Catarina –
Florianópolis – Brasil. Disponible en: http://www.egov.ufsc.br/portal/conteudo/las-familias-en-situaci%C3%B3n-de-riesgo-en-los-casos-de-vilencia-familiar-y-maltrato-infantil
David Finkelhor (2008). Child victimization,
Oxford University Press.
Rita Segato (2003). Las estructuras elementales
de la violencia: contrato y status en la etiología de la violencia, Buenos Aires,
Prometeo.
[1] Según María Inés Bringiotti (2005), “[c]uando las condiciones históricas,
políticas, económicas y sociales se modifican dando lugar a otro tipo de
reflexiones surge el concepto de “vida privada”, que ilumina la otra cara del
mundo público. Allí comienzan a desarrollarse una serie de estudios con un
marco teórico alternativo que permite la mirada hacia adentro, donde por otra
parte se desarrollaba la base que sustentaba las acciones del mundo público/
oficial. Un estudio exhaustivo sobre la historia de la familia es el análisis
desarrollado por Burguiere, Klapisch – Zuber; Segalen y Zonabend, con prólogo
de Lévi Strauss y Duby (1988), allí se desarrollan diferentes sistemas de
clasificación de la familia, y los dos tomos recorren con agilidad y fundamento
el mundo antiguo, el medieval, el moderno y el contemporáneo. En cada uno de
esos períodos – muy amplios, por cierto – se analizan los diferentes pueblos y
culturas y cómo se van conformando el matrimonio, la pareja, el “amor”, la
sexualidad, la infancia, la crianza de los hijos, las funciones de cada uno de
sus miembros y de la familia en general. La diversidad de formas, modalidades,
comportamientos, acciones y valores muestran que no se puede hablar de un
concepto unívoco de familia, sin embargo se sigue llamándola “familia”. Un hilo
conductor entre cada una de esas individualidades existe para que el concepto
permanezca, y a lo largo de la historia se ha ido perfilando que lo
“permanente” no es la forma, sino una cierta función específica que la familia
debe cumplir en cada etapa histórica (ver Ariès, 1987; Badinter, 1991; Lloyd de
Mausse, 1974). Para la situación en Argentina, tenemos los estudios de Moreno
(2004); Devoto y Madero (1999). En portugués, el excelente trabajo de Ariès,
Historia social da criança e da familia”.
[2] En Bringiotti
(2005) se citan otros aspectos que se
han modificado en las sociedades occidentales sin alterar la concepción de
“familia”:
• El matrimonio entendido desde el punto de vista jurídico, ya no es el
requisito para la constitución de una familia, muchas familias se originan en
uniones consensuadas.
• Puede faltar uno de los progenitores, quedando el/los hijo/s al
cuidado del otro, generalmente la madre, con diferentes grados de asunción por
parte del padre, como en los casos de familias monoparentales.
• Los hijos tradicionalmente tenidos en común, hoy son ampliados por
hijos de matrimonios/parejas anteriores; hijos adoptados o que han llegado por
técnicas de reproducción asistida.
• Los roles materno y paterno pueden diferenciarse activamente de los
tradicionales con una fuerte implicación de la madre en el trabajo y en el
afuera, y del hombre en el cuidado y educación de los hijos.
• Muchas parejas se separan y se arman nuevos relaciones dando lugar a
vínculos familiares reconstituidos.
• El número de hijos varía notablemente en los países más desarrollados
respecto a los menos desarrollados económicamente, así como entre aquellos con
políticas de planificación familia o donde la mujer tiene un papel más activo
en la decisión, pudiendo encontrarse desde un solo hijo hasta una familia
numerosa.
• En estos momentos se ha introducido el debate acerca de la
legitimidad de las parejas homosexuales y su posibilidad de constituir una
familia y criar a los niñ@s adoptados y/o hijos de uno de l@s integrantes.
• Otro aspecto aún más reciente apunta a las diferentes modalidad de
reproducción, asistida como alquiler de vientres, óvulos/ espermatozoides
congelados y toda una amplia gama de situaciones que caen dentro del ámbito de
la bioética.
[3] Los modelos de segunda generación se basaban
en los enfoques de Interacción social (niños, padres, contexto), fundada en los modelos ecológico de Belsky (1993),
modelo Transaccional de Cicchetti y Rizley (1981), modelo de los dos
componentes de Vasta (1982) y el modelo
Transicional de Wolfe (1987); ponían fin
a la simplicidad de los modelos tradicionales al proponer la interacción de las
variables que estos describían, los de
tercera generación intentan pasar de un plano meramente descriptivo a uno
explicativo, centrándose en los procesos psicológicos que subyacen al maltrato.
[4] Estos son
algunos de los datos de la investigación. Otros pueden ser consultados en la
página web de la Asociación Argentina de Prevención del
Maltrato Infantojuvenil ASAPMI http://www.asapmi.org.ar/publicaciones/articulos/articulo.asp?id=243
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